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domingo, 19 de mayo de 2013

¿Se puede demostrar la existencia de Dios?

¿Se puede demostrar la existencia de Dios? ¿Cómo puedo saber que Dios es real? Si puedo llegar a la existencia de Dios por medio de la razón, ¿para qué necesito la fe?

Hay cosas que quizá nosotros no llegamos a entender o comprobar, pero que otros hombres sí saben y entienden. Son cosas que están al alcance de la razón humana. Hay otras cosas que están por encima de cualquier capacidad humana de conocimiento, y solo las podemos saber si Dios las dice y aceptamos su palabra: por fe en Dios.
La existencia de Dios ¿es uno de esos asuntos de fe, o un asunto de razón? Que Dios existe, ¿es algo que «sabemos» por razón, o algo que «creemos» por fe? Cuando se habla del asunto, parece obvio que la  cuestión de la existencia de Dios es una cuestión de fe. Pero vamos a pensar un poco…
Tener fe es aceptar algo que yo no sé o no puedo llegar a entender porque me lo dice una persona que es de fiar. Yo tengo fe en esa persona y por eso tengo fe en que es verdad lo que me dice. La fe es de lo que no se ve, dice san Pablo. Pues bien, soy un sacerdote católico, pero no tengo fe en la existencia de Dios. Es más, nunca podré tener fe en la existencia de Dios. Suena raro. Y, sin embargo, es cierto. ¿Por qué? Porque yo sé que Dios existe, por un razonamiento riguroso. Estudié filosofía y me ha tocado estudiar y pensar cómo es la existencia del mundo, tanto el mundo material como el ser de las personas humanas.
Y desde ahí, he llegado a la conclusión racional indudable de que Dios existe.
Y como ya que Dios existe, no puedo tener fe en la existencia de Dios.
«Bueno –podría decirme alguien–, eso quizá usted, que se ha dedicado a eso. Pero para la gente normal la existencia de Dios es cosa de fe». Y yo pregunto: «¿Fe en quién? ¿En Dios o en mamá? ¿En Dios o en una opción cultural?». «Pues fe en Dios –me diréis–, de eso estamos  hablando aquí».
Tener fe en alguien presupone el conocimiento previo de que esa persona existe, y por tanto, de que puede decir algo que yo puedo creer o no. Para poder tener fe en Dios y creer lo que dice, hay que saber antes que Dios existe. Yo creo firmemente en lo que Dios ha dicho: que es Trino (es tres Personas), que Jesucristo es Dios, que la Virgen es virgen   y madre de Dios, etc., pero lo creo solo porque Dios lo dice. Eso son  cosas de fe. Pero saber que Dios existe no es cosa de «fe en Dios».
No puede serlo: saber que alguien existe es anterior a tener fe en él y creer lo que dice. Si no, esa supuesta fe es algo irracional. Una opción, no un conocimiento. La fe en Dios presupone saber que Dios existe. Sea
por razonamiento riguroso, o por intuición y sentido común, pero por conocimiento humano natural, la fe presupone la razón y se apoya en ella. La cuestión de «si Dios existe» es una cuestión de razón, no de fe. No puede ser de otra manera si es que estamos hablando de una persona madura y no de un niño.



martes, 30 de abril de 2013

Mañana Primeras Comuniones en la parroquia


En muchas de nuestras parroquias se celebran en estos días las Primeras Comuniones. En la nuestra, mañana día 1 de mayo. No sólo es un momento especial de gracia para los niños, sino también para sus familias y para las comunidades parroquiales. Todos los cristianos compartimos el gozo y la alegría de este día, sin embargo, en la celebración de la Primera Comunión vemos la necesidad de depurar algunas adherencias que pueden llegar a deformar la maravilla de este Sacramento. Permitidme algunas reflexiones:

1.- “Dejad que los niños se acerquen a mí…” (Mc 10, 14). Antes de otras consideraciones, lo primero es caer en la cuenta de que Jesucristo desea tener una relación personal con cada uno de los más pequeños. Tenemos el riesgo de despreciar la religiosidad infantil, pensando que los niños no tienen la “madurez” suficiente para discernir desde un espíritu crítico, sin dejarse arrastrar por las influencias de su entorno, y sin ser capaces de opciones definitivas de vida. Sin embargo, no es ése el pensamiento que refleja el Evangelio de Jesucristo: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3) “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: « Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él. » Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.” (Mc 10, 13-16).

Sin duda alguna, de la lectura del Evangelio se desprende que para la unión con Dios, la soberbia del adulto es un obstáculo mucho mayor que la inmadurez del niño. Dios es perfectamente capaz de transmitir su mensaje eterno en un lenguaje sencillo e infantil. Más aún, ¡gusta de hacerlo! y posiblemente le resulte mucho más impenetrable nuestro lenguaje “adulto”. Las Primeras Comuniones de nuestros niños nos recuerdan el ideal evangélico de hacernos como niños, con toda su sencillez y pureza, en el seguimiento de Cristo.

Se narra una anécdota protagonizada por un conocido filósofo inglés ilustrado, A. Collins, quien se encontró con un campesino que, a la hora del Ángelus, interrumpía su trabajo de labriego para recogerse en la oración mariana. Con tono provocativo, el ilustrado preguntó al labriego: “¿Cómo es tu Dios? ¿Grande o pequeño?”. El labriego, sin terminar de comprender la malicia que encerraba la pregunta, le respondió sencillamente: “Dios es tan grande que no cabe en la mente de un sabio como usted, y tan pequeño que es capaz de caber en un corazón tan pequeño como el mío”. Tras su conversión, Collins manifestó años más tarde que aquella reacción del campesino había ejercido sobre él más influencia que todos los debates sostenidos y libros leídos.

2.- “¡Ay de quien escandalizare a uno de estos pequeños...!” No olvidemos que en uno de los pasajes más duros pronunciados por Jesucristo en el Evangelio, se denuncia el grave pecado que supone que los adultos profanemos la inocencia de los niños. “Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar”.

No estamos hablando de casos aislados y puntuales, sino de una cultura que roba artificialmente al niño su inocencia, y que le impide disfrutar y enriquecerse de ella. No cabe duda de que éste es uno de los obstáculos mayores, para que la Primera Comunión pueda tener todo el fruto que Dios espera de ella. Nuestra cultura consumista lanza a los niños de forma continua y sugestiva, todo un cúmulo de “sensaciones fuertes” que focalizan su atención y entorpecen en gran manera su apertura natural a los valores espirituales.

3.- “Hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana”: Permitidme un consejo práctico e importante para cuidar la Primera Comunión de nuestros niños. Es un error que enfaticemos tanto el hecho de que sea la “primera” Comunión, y dejemos pasar desapercibida la “segunda” o la “tercera”…

A nuestros niños, más allá de la natural ilusión por lo novedoso, tenemos que transmitirles que es más importante la segunda Comunión que la primera, la tercera que la segunda, o la cuarta que la tercera; de forma similar a como es más importante que papá y mamá se sigan diciendo “hoy” que se quieren, diez años después de su boda; o que los amigos, tras años de amistad, sigan estando ahí…

Os sugiero que hablemos en profundidad con nuestros pequeños sobre cómo están preparando y viviendo esas Comuniones posteriores a su “Primera” Comunión.

4.- Los niños, signo de Dios: Es cierto que en pura lógica, somos los adultos los que tendríamos que ayudar a los pequeños a acercarse a la Eucaristía y a valorarla. Sin embargo, en los designios divinos -cada vez con más frecuencia- los niños son el camino del que Dios se está sirviendo para que muchos adultos puedan descubrir el don de la Eucaristía. Baste concluir con una anécdota sucedida en octubre de 2005, cuando el Papa tenía un encuentro con multitud de niños que recientemente habían recibido su Primera Comunión. Una pequeña le preguntó qué hacer si sus padres el domingo no van a Misa. A lo que el Papa le contestó sugiriéndole que les hablase con gran amor y respeto, diciéndoles: “Querido papá, querida mamá, ¿sabéis que hay algo muy importante para todos nosotros y también para vosotros? Encontrarnos con Jesús”.


Orar con la Iglesia es celebrar juntos la fe

Una  de las experiencias humanas más bonitas es la experiencia del amor y de la amistad. Los hombres necesitamos estar juntos, reunidos, para CELEBRAR los acontecimientos que vivimos: nacimiento, Primera Comunión, aniversarios, éxitos en los estudios o en el trabajo, matrimonio, ... y compartir la alegría con nuestra familia, con los amigos.
 
La Iglesia, que es la gran familia de los hijos de Dios, se reúne y CELEBRA la presencia viva de Cristo entre nosotros, en su Misterio de Muerte y Resurrección.
 
Los cristianos, convocados por Dios, como nuevo Pueblo de la Alianza por la fe y el Bautismo, celebramos la llamada de Dios a la vida y su presencia salvadora entre nosotros, especialmente en la Eucaristía. Con ello santificamos nuestro tiempo, que se convierte en el tiempo de Dios.
 
Oración
 
Señor Jesús, que por tu Muerte y Resurrección te has convertido en Señor del tiempo y de la historia, nosotros deseamos que este tiempo de vida, que ahora tenemos, se convierta en tiempo de gracia y amor hacia Ti y en regalo de alegría compartida con nuestros hermanos, los hombres y mujeres, que luchan y sufren por construir un mundo más humano, lleno de tu Presencia.

miércoles, 23 de enero de 2013

Año de la Fe: Celebraciones de las Parroquias / Comunidades / Asociaciones / Movimientos

La Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe, de la que se desprenden las siguientes iniciativas para las Parroquias / Comunidades / Asociaciones / Movimientos:
 
1. En preparación al Año de la fe, todos los fieles están invitados a leer y meditar la Carta apostólica Porta fidei del Santo Padre Benedicto XVI.
 
2. El Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía»[31]. En la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor.
 
3. Los sacerdotes podrán dedicar mayor atención al estudio de los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo sus frutos para la pastoral parroquial –catequesis, predicación, preparación a los sacramentos, etc.– y proponiendo ciclos de homilías sobre la fe o algunos de sus aspectos específicos, como por ejemplo, “el encuentro con Cristo”, “los contenidos fundamentales del Credo” y “la fe y la Iglesia”[32].
 
4. Los catequistas podrán apelar aún más a la riqueza doctrinal del Catecismo de la Iglesia Católica y, bajo la responsabilidad de los respectivos párrocos, guiar grupos de fieles en la lectura y la profundización común de este valioso instrumento, con la finalidad de crear pequeñas comunidades de fe y testimonio del Señor Jesús.
 
5. Se espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y distribución del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios aptos para las familias, auténticas iglesias domésticas y lugares primarios de la transmisión de la fe. El contexto de tal difusión podría ser, por ejemplo, las bendiciones de las casas, el bautismo de adultos, las confirmaciones y los matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la doctrina católica «en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre»[33].
 
6. Será conveniente promover misiones populares y otras iniciativas en las parroquias y en los lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir el don de la fe bautismal y la responsabilidad de su testimonio, conscientes de que la vocación cristiana «por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado»[34].
 
7. En este tiempo, los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica son llamados a comprometerse en la nueva evangelización mediante el aporte de sus propios carismas, con una renovada adhesión al Señor Jesús, fieles al Santo Padre y a la sana doctrina.
 
8. Las comunidades contemplativas durante el Año de la fe dedicarán una particular atención a la oración por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios y por un nuevo impulso en su transmisión a las jóvenes generaciones.
 
9. Las Asociaciones y los Movimientos eclesiales están invitados a hacerse promotores de iniciativas específicas que, mediante la contribución del propio carisma y en colaboración con los pastores locales, se incorporen al gran evento del Año de la fe. Las nuevas Comunidades y Movimientos eclesiales, en modo creativo y generoso, encontrarán los medios más eficaces para ofrecer su testimonio de fe al servicio de la Iglesia.

10. Todos los fieles, llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de comunicar su propia experiencia de fe y caridad[35], dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso de otras confesiones cristianas, sin dejar de lado a los creyentes de otras religiones y a los que no creen o son indiferentes. Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes viven y trabajan, conscientes de haber «recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos»[36]

 
[31] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 9.
[32] Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica post sinodal Verbum Domini, 30 de septiembre de 2010, nn. 59-60 y 74.
[33]Idem., Carta apostólica Porta fidei, n. 8.
[34]Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Apostolicam actuositatem, n. 2.
[35] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 14.
[36] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, n. 1.

Año de la Fe: Celebraciones de las Diócesis

La Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano publicó una Nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe, de la que se desprenden las siguientes iniciativas para las Diócesis:
 
1. Se auspicia una celebración de apertura del Año de la fe y de su solemne conclusión en el ámbito de cada Iglesia particular, para «confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo»[28].
 
2. Será oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, invitando a tomar parte en ella sobre todo a sacerdotes, personas consagradas y catequistas. En esta ocasión, por ejemplo, las eparquías católicas orientales podrán tener un encuentro con los sacerdotes para dar testimonio de su específica sensibilidad y tradición litúrgicas en la única fe en Cristo; así, las Iglesias particulares jóvenes de las tierras de misión podrán ser invitadas a ofrecer un testimonio renovado de la alegría de la fe que las distingue.
 
3. Cada obispo podrá dedicar una Carta pastoral al tema de la fe, recordando la importancia del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, teniendo en cuenta las circunstancias específicas de la porción de fieles a él confiada.
 
4. Se espera que en cada Diócesis, bajo la responsabilidad del obispo, se organicen eventos catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar el sentido de la vida, con el fin de descubrir la belleza de la fe de la Iglesia, aprovechando la oportunidad de reunirse con sus testigos más reconocidos.
 
5. Será oportuno verificar la recepción del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica en la vida y misión de cada Iglesia particular, especialmente en el ámbito catequístico. En tal sentido, se espera un renovado compromiso de parte de los departamentos de catequesis de las diócesis, que sostenidos por las comisiones para la catequesis de las Conferencias Episcopales, tienen en deber de ocuparse de la formación de los catequistas en lo relativo a los contenidos de la fe.
 
6. La formación permanente del clero podrá concentrarse, particularmente en este Año de la fe, en los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, tratando, por ejemplo, temas como “el anuncio de Cristo resucitado”, “la Iglesia sacramento de salvación”, “la misión evangelizadora en el mundo de hoy”, “fe e incredulidad”, “fe, ecumenismo y diálogo interreligioso”, “fe y vida eterna”, “hermenéutica de la reforma en la continuidad” y “el Catecismo en la atención pastoral ordinaria”.
 
7. Se invita a los Obispos a organizar celebraciones penitenciales, particularmente durante la cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe. Este año será también un tiempo favorable para acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
 
8. Se espera la participación del mundo académico y de la cultura en un diálogo renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las universidades católicas, que muestren «cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad»[29].

9. Será importante promover encuentros con personas que «aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo»[30], inspirándose también en los diálogos del Patio de los Gentiles, iniciados bajo la guía del Consejo Pontificio de la Cultura.
10. El Año de la fe será una ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas, lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un testimonio vivo del Señor, y cultivar la fe con una oportuna referencia al uso de buenos instrumentos catequísticos, como por ejemplo el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica o el Youcat.
 
[28] Cf. Benedicto XVI, Carta apostólica Porta fidei, n. 8.
[29] Ibíd., n. 12.
[30] Ibíd., n. 10.

Oración para cada día del Año de la Fe

El Papa Benedicto XVI expera que el Año de la Fe pueda llevar a todos los creyentes a aprender de memoria el Credo y nos invita a recitarlo todos los días como oración.
 
Credo Niceno-constantinopolitano
 
Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,engendrado, no creado,de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras,y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria parajuzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
 
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
 
Creo en la Iglesia, que es una santa, católica y apostólica. 
Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
 
Amén.

martes, 22 de enero de 2013

Cómic sobre el Concilio Vaticano II

Con motivo de la celebración del año de la Fe -convocado en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II- desde la Diócesis de Málaga, se ofrece un material didáctico que puede ser útil tanto para la clase de religión, como la catequesis, pastoral,... Se trata de un cómic titulado “Concilio Vaticano II. Huracán de un nuevo Pentecostés” en el que se recoge el desarrollo de este acontecimiento fundamental de la historia reciente de la Iglesia Católica.
 
Comic Concilio Vaticano II


lunes, 21 de enero de 2013

Vivir, conocer y comunicar la fe


La Carta apostólica “Porta fidei” (11-X-2011), mediante la que se convoca el “Año de la Fe”, es una invitación a vivir la fe, conocer sus contenidos y comunicarla a otros, como puerta y camino hacia la vida en plenitud. En ese documento cabe señalar tres pasos.

Vivir la fe: conversión y evangelización

      Primero, redescubrir la fe, en todas sus dimensiones, para poder ser testigos de Cristo. La fe es una puerta que Dios abre para introducirnos en su vida íntima, a través de la Iglesia (n.1). Esta vida es la única vida plena para el hombre. Actualmente la “profunda crisis de fe” pide redescubrir la fe cristiana de manera nueva, para poder dar un testimonio coherente de Cristo. La guía segura para esa profundización es el Concilio Vaticano II: “la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX” (Juan Pablo II) (cf. nn. 1-5).

     El testimonio cristiano pide ante todo la conversión personal, que lleva a implicarse en la nueva evangelización, es decir, en transmitir o comunicar la fe a otros. “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos” (n. 7).

      Como consecuencia, “redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año” (n. 9).

     Aquí se subrayan dos aspectos de la fe: los contenidos de la fe (expresados en el Credo) y el acto de fe. La fe personal comienza con el acto de fe (la decisión y el asentimiento a Dios), que es movido por la gracia de Dios. No basta conocer los contenidos de la fe, sino que se requiere “abrir el corazón” (cf. Hch 16, 14), para aceptar lo que la fe propone.

     La fe tiene consecuencias para la inteligencia y para la vida social: lleva a “comprender las razones por las que se cree” y “exige también la responsabilidad social de lo que se cree”. No es algo puramente privado e individual: “la misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia” (n. 10). (En efecto, el cristiano que cree se incorpora al Cuerpo o la familia de los creyentes). Esto no es obstáculo para que quien busca sinceramente la verdad, aunque todavía no tenga la fe cristiana, posea ya un “preámbulo” de la fe.

Conocer la fe: el Catecismo de la Iglesia Católica


     Segundo: por ser la Iglesia el primer “sujeto” de la fe”, el Catecismo de la Iglesia Católica es, en nuestro tiempo, una referencia esencial para conocer y hacer vida los “contenidos” de la fe. “Subsidio precioso e indispensable”, “uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II”, fue entregado por Juan Pablo II a la Iglesia “como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial” (Const. ap. Fidei depositum).
     En este horizonte, “el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados de modo sistemático y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica”. En él se ofrece “una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe”. En las distintas partes de su estructura, íntimamente relacionadas, lo que presenta el Catecismo “no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia”: Cristo (cf. n. 11).

      Por tanto, Benedicto XVI espera que el Catecismo sea un apoyo para la fe en el momento actual, que “reduce el ámbito de las certezas racionales al de los los logros científicos y tecnológicos”, ayudando a mostrar que no hay conflicto entre la fe y la verdadera ciencia (cf. n. 12).

Comunicar la fe: el testimonio cristiano del amor


     Tercero y último, el testimonio cristiano se centra en el amor, fruto y prueba de la fe (cf. St 2, 14-18). Repasa el Papa “la historia de nuestra fe” a partir de Jesucristo, inicio y consumación de la fe (cf. Hb 12, 2), y de la respuesta de María, de los apóstoles y demás discípulos, los mártires y todos aquellos llamados “a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban” (n. 13).

     Señala Benedicto XVI: “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino”. La fe es lo que nos permite distinguir en los necesitados el rostro de Cristo (Mt 25, 40). Es esta fe, arraigada y edificada en Cristo y en su Cruz (cf. 1 P 1, 6-9), y manifestada con obras, la que se transmite mediante el testimonio coherente de los cristianos. Es esto lo que el mundo necesita de los cristianos: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin” (n. 15).

     En definitiva, con esta carta, Benedicto XVI pone de relieve que la fe cristiana no es un puro sentimiento que podría aislarnos de los demás y del mundo; antes al contrario, es el único camino para encontrar y comunicar la vida verdadera y bella. La fe, que es primero un don de Dios, transforma la propia vida, impulsa a la razón y lleva a ponerse al servicio de todos. Porque interpela a la razón y da sentido a la vida, la fe pide conocer (¡estudiar!) sus contenidos y ser vivida con autenticidad. La fe es vida y conocimiento, impulso y resplandor, oferta libre y aventura de plenitud.

Los grandes eventos del Año de la Fe