Lucas, es el evangelista más entusiasmado con los relatos que representan la cercanía de Dios hacia todos (hijo pródigo, fariseo y publicano del pasado domingo, Zaqueo) y en especial con los pecadores y los marginados a quienes libera de su marginación y les inyecta una gran dosis de libertad, alegría y cariño. Si queremos descubrir textos evangélicos en los que se destaque la misericordia de Dios sin dudarlo, debemos acudir al evangelista San Lucas.
Podemos considerar a Zaqueo como un buen reflejo del hombre de nuestro tiempo y de siempre, incluso de cada uno de nosotros, sin duda de cada uno de nosotros. Zaqueo era un hombre, al que el peso de su dinero no le había dejado crecer, y por lo tanto, no le dejaba ver más allá de sí mismo. Era un hombre al que la cultura de su tiempo le impedía mirar por encima de sus intereses materiales. El se encontraba, como todos nosotros, atrapados en nuestros quehaceres ordinarios, sin tener tiempo para nada más, porque no nos sobra el tiempo para nada. Cuando un día empujado por su propia insatisfacción, quiso elevarse por encima de sí mismo y de sus ocupaciones, se encontró con Jesús y Él le ayudó a dar un vuelco a su vida. Subiéndose a la higuera supo superarse a sí mismo y superar las dificultades que le rodeaban. Zaqueo entendió que Dios hace cosas inmensas, pero que también está detrás de lo sencillo y lo pequeño, transformando el corazón de las personas para hacernos sensibles y sencillos como Él. El encuentro con Jesús, cambia a Zaqueo, lo transforma, le da la vuelta de arriba abajo. Nosotros que nos sentimos muy cerca de Él, posiblemente todavía no nos hayamos encontrado de verdad con el Señor, no nos hemos atrevido a aceptar la invitación de Jesús de comer en nuestra casa. Zaqueo hizo realidad el encuentro con Jesús no solo cambiando su forma de pensar, sino demostrándolo con hechos, “si de alguno me he aprovechado, le devolveré cuatro veces más”. Por eso podemos preguntarnos ¿Cómo demuestro yo mi cercanía con el Señor?
Podemos considerar a Zaqueo como un buen reflejo del hombre de nuestro tiempo y de siempre, incluso de cada uno de nosotros, sin duda de cada uno de nosotros. Zaqueo era un hombre, al que el peso de su dinero no le había dejado crecer, y por lo tanto, no le dejaba ver más allá de sí mismo. Era un hombre al que la cultura de su tiempo le impedía mirar por encima de sus intereses materiales. El se encontraba, como todos nosotros, atrapados en nuestros quehaceres ordinarios, sin tener tiempo para nada más, porque no nos sobra el tiempo para nada. Cuando un día empujado por su propia insatisfacción, quiso elevarse por encima de sí mismo y de sus ocupaciones, se encontró con Jesús y Él le ayudó a dar un vuelco a su vida. Subiéndose a la higuera supo superarse a sí mismo y superar las dificultades que le rodeaban. Zaqueo entendió que Dios hace cosas inmensas, pero que también está detrás de lo sencillo y lo pequeño, transformando el corazón de las personas para hacernos sensibles y sencillos como Él. El encuentro con Jesús, cambia a Zaqueo, lo transforma, le da la vuelta de arriba abajo. Nosotros que nos sentimos muy cerca de Él, posiblemente todavía no nos hayamos encontrado de verdad con el Señor, no nos hemos atrevido a aceptar la invitación de Jesús de comer en nuestra casa. Zaqueo hizo realidad el encuentro con Jesús no solo cambiando su forma de pensar, sino demostrándolo con hechos, “si de alguno me he aprovechado, le devolveré cuatro veces más”. Por eso podemos preguntarnos ¿Cómo demuestro yo mi cercanía con el Señor?
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