- Recuerda la pasión y muerte de Jesús como camino necesario para la Vida ("el Mesías tenía que morir");
- Expresa la resurrección como la entrada de Jesús en la vida de Dios ("fue llevado al cielo") y entronización como Señor, como aquel que da pleno sentido a nuestra vida (le adoraron);
- Muestra la misión de la Iglesia: haver todo lo posible para que el mundo haga un giro y se encamine hacia lo que Dios había soñado, elimiando todo aquello ("hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone los pecados");
- Afirma rotundamente que en esta misión tendremos siempre la presencia activa del Espíritu ("lo que mi Padre prometió", "el poder que viene de Dios").
Todo esto tendría que estar presente en nuestra vida de seguidores, de testigos de la resurrección: poner en el centro de nuestra vida a Jesús el Señor, poniéndonos a disposición para la misión que se nos encomienda, entregando gratuitamente nuestra vida, desde la convicción de que Dios tendrá la última palabra y que se hace presente en nuestra vida a través del Espíritu. Y, como los discípulos, haciendo camino "muy contentos".
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