domingo, 12 de julio de 2020

Ordenaciones 2020: de los cinco nuevos ordenados, cuatro estuvieron de pastoral en nuestra parroquia


Desde ayer sábado día 11 de julio la Archidiócesis de Compostela cuenta con tres nuevos diáconos y dos nuevos sacerdotes. Fueron ordenados por el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, en una solemne ceremonia eucarística celebrada en la Iglesia de San Martín Pinario, que  contó con las limitaciones de aforo derivadas de las medidas de seguridad por la crisis sanitaria del covid 19.
Tres fueron los nuevos diáconos: Carlos Camiño Lema, natural de Cambeda; Javier Carballo Mouzo, de Vimianzo; y Juan Sanjurjo Arias, natural de Arteixo; y dos los presbíteros Callistus Chidiebere Nwoye, natural de Nigeria; y Santiago Luis Núñez Fernández, de Moaña.

De estos cinco ordenados, cuatro estuvieron de pastoral en nuestra parroquia: Callistus y Javier lo hicieron durante dos años cada uno; y Carlos y Santiago estuvieron en un campo de trabajo el verano pasado.

A continuación, rescatamos algunas de las ideas del señor Arzobispo durante la homilía de la solemne Eucaristía de las ordenaciones:

"(...) Ya os podéis imaginar, que esta tarde, querrían ser muchos más los que estuvieran presentes en esta celebración. Pero también a nosotros las circunstancias nos afectan. En la comunión de la Iglesia, estoy seguro que, tantas y tantas personas se unen a nosotros en este atardecer sosegado, en oración, pidiendo por el fruto de los nuevos presbíteros y de los nuevos diáconos. Esto me lleva a dar gracias a Dios con todos vosotros. Esta tarde, recibirán estos ordenandos unos el don del sacerdocio y otros el del diaconado... en la seguridad en que la semilla sembrada en tierra buena -y vosotros lo sois, queridos candidatos-, dará mucho fruto. Un fruto que Dios recogerá... y que repercutirá, sin duda alguna, en el bien de la Iglesia, y también, por qué no, en el bien de nuestra sociedad. La gracia de Dios es como la lluvia que fecunda la tierra y la hace germinar, da semilla al sembrador y pan al que come. (...) 

Queridos candidatos al diaconado, Carlos, Javier y Juan. Hoy es un día para vosotros de dones y de gracias, pero también de obligaciones y de compromisos. En este convencimiento, los diáconos debéis ser hombres llenos de espírtitu y de sabiduría. Porque la dianonía es un verdadero oficio espiritual que realiza un cometido esencial de la Iglesia, precisamente el del Amor a Dios bien ordenado al prójimo. Según san Policarpo habréis de ser sobrios en todo, misericordiosos, celosos, inspirados en la conducta por la verdad del Señor que se ha hecho siervo de todos. No salga de vuestra boca nunca, ninguna palabra ociosa y sin sentido. De toda palabra que salga de vuestra boca hemos de dar cuentas al Señor. Imitad a Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir. Este es el fundamento de la espiritualidad del diácono, que es maestro porque proclama e ilustra la Palabra de Dios. ¡Qué palabra la del maestro! Pero que no puede ser llevada a cabo si perdéis vuestra capacidad de ser discípulos. El diácono que es santificador, porque administra los sacramentos del bautismo, de la Eucaristía y de los sacramentales. El diácono que es guía, porque es animador de comunidades de la vida eclesial (...) No andéis por las nubes. Las necesidades concretas, las vais a encontrar a ras de tierra y ante ellas, tenéis que inclinaros. Sabed siempre que lo que sois lo vais a ser, lo debéis ser para los demás. Esta es vuestra misión, esta es vuestra gracia y esta es vuestra tarea.

Queridos candidatos al presbiterado, Calistus y Santiago, tended siempre a la santidad, que es el rostro más bello de la Iglesia, no busquéis otra cosa, lo demás, se os dará por añadidura. El sacerdocio es un don, y no una función. No es un contrato de trabajo. La cultura en la que nos estamos desenvolviendo, puede llevaros a pensar en que es una función y cumplidas las horas de trabajo, ya lo demás no existe... No es así, queridos candidatos. Tenéis que vivir el sacerdocio a tiempo pleno a tiempo y a destiempo, oportuna e importunamente. Al ungir a los enfermos y a los bautizados recordad que estáis viviendo el hecho de compartir vuestra vocación y sobre todo vuestra vida. Cuando unjáis, tomad conciencia que estáis compartiendo vuestra vida. (...) La finura espiritual, evitará que os convirtáis en burócratas de la pastoral, sed curas cercanos que hablan con todos, que están pendientes de todos. Aquellos que os oigan y aquellos que no os oigan. Acompañad a las personas con misericordia en el camino de la reconciliación. La gente quiere a sus pastores, los necesita, confía en ellos (...) Nuestro tiempo, necesita que seamos artesanos de relación y de comunión, abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino de Dios quiere suscitar hoy. El Reino de Dios no es viejo, sigue siendo nuevo y nosotros tenemos que tratar de ofrecer esta novedad. Rezad sin cansaros y cuidad con audacia vuestra vida espiritual. Sed sacerdotes, jugarse la vida por el Señor y por los hermanos, llevando en carne propia la alegría y las angustias del pueblo, invirtiendo el tiempo para escuchar y sanar las heridas de los demás, ofreciendo a todos la ternura del Padre".

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