A
los siete días de haber celebrado la fiesta de la Asunción de María a los
cielos, honra la Iglesia con esta festividad a la Virgen María, que viene a ser
como una continuación lógica de aquella.
Este 22 de
agosto celebramos a la Santísima Virgen María como Reina. María es Reina por
ser Madre de Jesús, Rey del Universo.
Aunque esta
fiesta fue instituida por el Papa Pío XII, en 1955 para venerar a María como
Reina igual que se hace con su Hijo, Cristo Rey, al final del año litúrgico,
desde siempre había sido enseñada por
los Santos y por el Magisterio de la Iglesia. Ya el Papa Sixto IV, el 28 de
febrero de 1476, escribía en la Constitución Apostólica Cum praeexcelsa: "Al meditar y considerar devotamente las
insignes excelencias de los meritos por los cuales la Reina de los cielos,
Virgen Madre, gloriosísima de Dios, encumbrada sobre los tronos celestiales,
brilla entre los astros como estrella de la mañana"... León XIII, en
1894, añadía: "La Virgen esta
realzada con diadema de estrellas por su Hijo Dios, sentada ante Él como Reina
y Señora del Universo".
Todos
los Santos a una han cantado su realeza. He aquí un par de ejemplos: San Andrés
de Creta: "Salve, Reina de todo el género
humano". San Juan Damasceno: "María
como Reina, Soberana, Señora y Madre verdadera de Dios, fue trasladada a las
regias mansiones de los cielos, y puesta en posesión de los bienes de su Hijo,
para que reciba los homenajes de toda criatura... porque el Hijo sometió a su
Madre todos los seres creados". San Germán de Constantinopla: "Reina de todos y más gloriosa que los reyes
todos de la tierra"...
María ha
sido elevada sobre la gloria de todos los santos y coronada de estrellas por su
divino Hijo. Está sentada junto a Él y es Reina y Señora del universo.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María fue elegida para ser Madre de Dios y ella, sin dudar un momento, aceptó con alegría. Por esta razón, alcanza tales alturas de gloria. Nadie se le puede comparar ni en virtud ni en méritos. A Ella le pertenece la corona del Cielo y de la Tierra.
María está
sentada en el Cielo, coronada por toda la eternidad, en un trono junto a su
Hijo. Tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo
por ser la que más cerca está de Él.
La Iglesia
la proclama Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y
de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las
vírgenes. Es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del
Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de
Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y
amor los ángeles y todos los santos.
La realeza
de María no es un dogma de fe, pero es una verdad del cristianismo. Esta fiesta
se celebra, no para introducir novedad alguna, sino para que brille a los ojos
del mundo una verdad capaz de traer remedio a sus males.
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