martes, 18 de noviembre de 2025

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

En la fiesta de Cristo Rey, el Evangelio nos muestra a Jesús “reinando” desde un lugar que nadie esperaba: la cruz (Lc 23,35-43). No lleva corona de oro, sino de espinas; no manda con gritos, perdona en silencio. A su lado, dos crucificados: uno se burla, el otro se atreve a pedir con humildad: “Jesús, acuérdate de mí”. Y Jesús, aun con el dolor a cuestas, le regala lo más grande: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Así es su realeza: no pisa a nadie, levanta; no excluye, abraza; no humilla, dignifica. Su trono es la cruz porque su poder es amar hasta el final.

Para nosotros, que vivimos entre prisas, comparaciones y miedos, esta es una gran noticia: siempre se puede volver a empezar. No necesitamos discursos perfectos; basta una oración sincera. Cuando decimos “Jesús, acuérdate de mí” —en la Misa, en la Confesión, en el cuarto antes de dormir— Él entra en nuestra historia y la cambia desde dentro. Nos enseña a reinar “a su modo”: perdonando, diciendo la verdad sin herir, poniendo a los últimos en primer lugar. Esta semana, hazte esta pregunta: ¿dónde quiero que reine Jesús hoy? Y repite con el buen ladrón: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Ahí empieza la verdadera victoria.

domingo, 16 de noviembre de 2025

Misas e intenciones de la semana en Padrón

 


Domingo 33º del Tiempo Ordinario, C

 En este Evangelio, Jesús les dice a sus amigos algo que también nos sirve mucho a nosotros: no pongáis vuestra seguridad en lo que se ve, porque todo eso pasa. El templo era impresionante, como hoy puede serlo un estadio, un centro comercial o nuestras redes sociales llenas de “likes”, pero Jesús recuerda que nada de eso es eterno. Habla de guerras, terremotos, problemas… y enseguida pensamos en las noticias, en los líos del mundo, en lo que nos da miedo del futuro. Incluso avisa de que algunos se reirán de nosotros o nos tratarán mal por ser cristianos, a veces incluso dentro de la propia familia. Pero ahí viene lo más fuerte: Jesús promete estar a nuestro lado, darnos fuerza y palabras cuando no sepamos qué decir, y cuidar de nosotros hasta en los detalles más pequeños. No nos pide que lo entendamos todo, sino que perseveremos, que no abandonemos la fe cuando las cosas se ponen difíciles. “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”: es como decirnos que lo importante no es brillar un día, sino ser fieles cada día, poquito a poco, confiando en que, pase lo que pase, en sus manos nuestra vida está segura.

jueves, 6 de noviembre de 2025

Domingo 32º del Tiempo Ordinario, C

Jesús sube a Jerusalén y encuentra el Templo convertido en mercado. No es un arranque de mal humor: es el amor el que le duele. “El celo por tu casa me devora” significa que el Padre merece un lugar limpio, libre de intereses, donde el pobre pueda rezar sin ser estafado y donde la ofrenda sea verdadera. Con ese gesto, Jesús nos recuerda que la fe no se negocia ni se usa; se vive. También a nosotros nos pide ordenar la “casa por dentro”: sacar el ruido, el cálculo, y volver a la oración sencilla, a la Eucaristía bien celebrada y a una caridad que no busca aplausos.

Cuando dice “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”, habla de su Pascua: su Cuerpo crucificado y resucitado es el nuevo Templo donde Dios habita para siempre con nosotros. Desde entonces, la presencia de Dios no está atada a un edificio, sino a Cristo vivo, que nos reúne como “piedras vivas” y nos alimenta en la Mesa del Señor. Por eso, cuidar la casa de Dios es cuidar la liturgia, la comunidad y el corazón. Si dejamos que Jesús nos purifique, la vida cotidiana se recoloca: el trabajo se vuelve honrado, las relaciones más limpias, la oración más verdadera. Hoy podemos pedirle, sin vueltas: "Señor, ven a mi hogar; ayúdame a echar fuera lo que sobra y llena tú lo que falta para amar".

 

El arzobispo, don Francisco, anuncia el nombramiento de Don Roberto para la Comisión organizadora del Año Santo 2027

El Año Santo o Año Jubilar Compostelano es un tiempo de gracia en el que la Iglesia concede singulares beneficios espirituales, inspirado en el jubileo bíblico (cf. Lv 25) y en el anuncio de Jesús de “un año de gracia del Señor” (cf. Lc 4,16). En Santiago de Compostela es Año Santo cuando el 25 de julio, fiesta del martirio del Apóstol, cae en domingo (periodicidad 11-6-5-6 años). Su celebración, con origen en 1122 bajo Calixto II y confirmada por Alejandro III en la bula Regis aeterni (1179), ha sido reiteradamente alentada por los Papas como un camino de conversión, reconciliación y esperanza para los peregrinos.

Con este horizonte, el arzobispo de Santiago de Compostela, mons. Francisco José Prieto Fernández, ha constituido una Comisión Diocesana para el Año Santo Compostelano de 2027, encargada de coordinar, animar y acompañar la preparación espiritual y pastoral de este acontecimiento jubilar tan importante.

Nuestro párroco, don Roberto Martínez, ha sido nombrado miembro de dicha Comisión.

Junto a él, integran la Comisión: Mons. Francisco José Prieto Fernández, presidente, -en su ausencia, don José Andrés Fernández Farto, vicario general, presidirá las reuniones-, Don Javier Porro Martínez, Don Daniel Lorenzo Santos, Don Manuel Jesús Formoso Fernández, Don Elisardo Temperán Villaverde, Don Fernando Barros Fornos, y Don Manuel Á. Blanco Vázquez.

Desde ya, pedimos la oración de todos para que esta preparación nos disponga a vivir el Jubileo de 2027 como un verdadero tiempo de gracia y misión.