martes, 16 de septiembre de 2025

Domingo 25º del Tiempo Ordinario, C

El evangelio de este domingo no aprueba la trampa del administrador infiel; Jesús alaba su astucia: supo reaccionar con decisión ante una crisis para asegurar su futuro. Esa comparación nos interpela: ¿somos igual de creativos y diligentes para el bien? El Señor nos enseña a usar los bienes de este mundo —limitados y frágiles— como medios al servicio del amor: “ganen amigos con el dinero injusto”, es decir, conviertan lo material en obras de misericordia, justicia y solidaridad que abran las puertas de la vida eterna. Cuando compartimos, perdonamos deudas, cuidamos a los más débiles y administramos con rectitud el tiempo, el dinero y los talentos, los transformamos en tesoros que no se pierden.


La segunda enseñanza es la fidelidad en lo pequeño y la definición del corazón: “no pueden servir a Dios y al dinero”. Lo material es bueno cuando sirve al Reino; se vuelve ídolo cuando ocupa el primer lugar. El discípulo elige a Dios como único Señor y, por eso, vive con coherencia: honrado en lo cotidiano, transparente en sus cuentas, sobrio en su estilo de vida, comprometido con el bien común. Pidamos la gracia de un corazón indiviso, capaz de preferir siempre a las personas sobre las cosas y de administrar lo que tenemos —en casa, en el trabajo, en la comunidad— con la prudencia del Evangelio, para que nuestros bienes hablen de nuestra fe y nuestra fe configure el uso de nuestros bienes.

sábado, 13 de septiembre de 2025

14 de septiembre: Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

Mañana, 14 de septiembre, Domingo XXV del Tiempo Ordinario, la Iglesia celebra la Exaltación de la Santa Cruz. No es una fiesta para glorificar el dolor, sino para proclamar el amor de Dios que, en la cruz de Jesús, venció al pecado y a la muerte. Como recuerda el Evangelio (cf. Jn 3,14-16), el Hijo fue “elevado” para que todo el que crea tenga vida eterna: la cruz se convierte así en árbol de vida y trono de misericordia.

En la liturgia damos gracias porque “del árbol donde vino la muerte renació la vida”. Mirar la cruz con fe nos enseña el camino del amor que se entrega, del perdón y de la esperanza. Por eso, llevarla en el pecho, hacer la señal de la cruz al comenzar el día o besarla no es un gesto vacío: es decirle a Cristo “confío en Ti”.

La fiesta nació en Jerusalén en el siglo IV, unida a la dedicación de la basílica del Santo Sepulcro (335) y a la veneración de la reliquia de la Cruz hallada, según la tradición, por Santa Elena. Con el tiempo se extendió a toda la Iglesia. En el siglo VII cobró nuevo impulso cuando, recuperada la reliquia tras una invasión persa, el emperador Heraclio la devolvió solemnemente a Jerusalén. Desde entonces, el 14 de septiembre la Iglesia “exalta” la Cruz: no un objeto, sino el misterio de la salvación que en ella se realiza. 

El color litúrgico de esta fiesta es el rojo, por la Pasión del Señor. Pidamos hoy: “Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo”. Que la Cruz sea en nuestros hogares signo de esperanza, unidad y consuelo: allí donde parece vencer la oscuridad, brilla la victoria de Cristo.

martes, 9 de septiembre de 2025

Domingo 24º del Tiempo Ordinario, C

Jesús habla con Nicodemo en la noche y le revela algo decisivo: solo el Hijo que ha bajado del cielo puede mostrarnos el corazón del Padre. “Ser levantado” alude a la Cruz y, al mismo tiempo, a la glorificación: como la serpiente de bronce en el desierto curaba a quien la miraba, así quien fija su mirada en Cristo crucificado–resucitado encuentra vida. No se trata de ideas complicadas, sino de un gesto de fe: levantar los ojos al Señor cuando nos muerden el pecado, el desaliento o la culpa, y dejar que su misericordia nos sane. La fe cristiana comienza así: mirando y acogiendo, más que haciendo; dejándonos encontrar por quien ha venido a buscarnos.

Por eso el versículo central lo dice todo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Dios no ama un mundo ideal, sino el nuestro, con sus heridas; y no envía al Hijo para condenar, sino para salvar. Creer es abrirle la puerta a ese Amor que no obliga, pero llama; es pasar de la desconfianza al abandono confiado. ¿Cómo se concreta? Mirando al Crucificado en la Eucaristía, llevando la cruz de cada día con Él, perdonando en familia como hemos sido perdonados, y acercándonos al sacramento de la Reconciliación cuando caemos. Así el Evangelio de hoy se vuelve camino: al dejarnos amar por el Padre en su Hijo, el Espíritu nos regala “vida eterna”, que comienza ya aquí como vida nueva.

martes, 2 de septiembre de 2025

Domingo 23º del Tiempo Ordinario

Jesús va camino de Jerusalén y mucha gente le sigue con entusiasmo. Él no se deja llevar por la moda del momento y habla claro: seguirle es ponerle en el primer lugar, incluso por delante de los afectos más sagrados. Cuando dice “odiar” padre y madre usa un modo semita de hablar que significa “amar menos”, es decir, relativizar todo ante el amor absoluto a Dios. No contradice el cuarto mandamiento: al contrario, sólo quien tiene a Cristo en el centro aprende a amar mejor a su familia, sin convertirla en un ídolo. “Cargar con la cruz” no es buscar sufrimientos, sino asumir cada día la fidelidad del amor: perdonar cuando cuesta, sostener al enfermo en casa, cuidar del matrimonio, educar a los hijos en la fe, servir a los pobres. El Señor no nos pide heroicidades solitarias: Él va delante, y su gracia —recibida en la oración, la Palabra, los sacramentos— hace posible lo que por nuestras fuerzas no podemos.

Las dos parábolas del constructor y del rey nos invitan a “sentarnos” y discernir: el discipulado no se improvisa. Se trata de calcular no sólo el precio, sino sobre todo con qué recursos contamos: la gracia de Dios, la comunidad, la Eucaristía de cada domingo, la reconciliación que vuelve a empezar. “Renunciar a todos los bienes” no siempre significa abandonarlo todo materialmente, sino vivir libres de ataduras, sabiendo que nada es “absoluto” fuera de Cristo. El que se desprende puede compartir, obedecer la voluntad de Dios y decidir con libertad. Hoy el Evangelio nos pregunta con cariño y decisión: ¿qué vínculo, plan o cosa ocupa en mi corazón el lugar que corresponde al Señor? Si dejamos que Él sea el primero, todo lo demás encuentra su sitio, y nuestra vida —con su cruz y su alegría— se convierte en una obra bien construida para la gloria de Dios y el bien de los demás.

lunes, 1 de septiembre de 2025

¡Vuelven los Pasatiempos del Evangelio!

Con el inicio de septiembre retomamos, después de las vacaciones, nuestros pasatiempos semanales para jugar y aprender con el Evangelio de cada domingo: sopas de letras, crucigramas, laberintos, las 7 diferencias y muchos más...

Los tendrás cada semana, listos para descargar e imprimir desde el blog de la parroquia. Perfectos para casa, catequesis....

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 Y ahora las soluciones:



 

Misas e intenciones de la parroquia de Padrón


 

sábado, 30 de agosto de 2025

Primero los demás, ¡la mesa es de todos!

 Jesús nos enseña que en las fiestas del Reino lo importante no es sentarse delante, sino tener un corazón humilde y generoso: elegir el último lugar y pensar primero en los demás. También nos dice que invitemos a quienes suelen quedarse fuera: los que están solos, los que no pueden devolvernos el favor. ¿Cómo vivirlo siendo niños? En el cole puedes ceder tu turno, ayudar al que no entiende una tarea, sentarte con quien está solo en el recreo y compartir tu merienda sin pedir nada a cambio. Dios ve estas cosas pequeñas y las convierte en alegría grande en tu corazón; así haces sonreír a Jesús y tu clase se parece más a su mesa.