Sin embargo, Jesús nos advierte sobre el peligro de la distracción y la tibieza espiritual. Las "inquietudes de la vida" y la superficialidad pueden embotar nuestro corazón y alejarnos del propósito verdadero de nuestra existencia: vivir en comunión con Dios y con los demás. Por eso, este tiempo es también un llamado a la vigilancia activa y a la oración constante, para que nuestra vida esté alineada con el Reino de Dios. En este Adviento, cultivemos un corazón despierto y abierto al encuentro con el Señor, renovemos nuestra fe y vivamos con esperanza, sabiendo que el Hijo del Hombre viene con poder y gloria para restaurar todas las cosas.
sábado, 30 de noviembre de 2024
I Domingo de Adviento, C
Sin embargo, Jesús nos advierte sobre el peligro de la distracción y la tibieza espiritual. Las "inquietudes de la vida" y la superficialidad pueden embotar nuestro corazón y alejarnos del propósito verdadero de nuestra existencia: vivir en comunión con Dios y con los demás. Por eso, este tiempo es también un llamado a la vigilancia activa y a la oración constante, para que nuestra vida esté alineada con el Reino de Dios. En este Adviento, cultivemos un corazón despierto y abierto al encuentro con el Señor, renovemos nuestra fe y vivamos con esperanza, sabiendo que el Hijo del Hombre viene con poder y gloria para restaurar todas las cosas.
viernes, 22 de noviembre de 2024
Jesucristo, rey del Universo
Celebrar a Cristo como Rey del Universo nos desafía a vivir como ciudadanos de su reino, guiados por los valores de justicia, paz, verdad y misericordia. Su trono es la cruz, y su victoria es el amor que vence al pecado y la muerte. En esta solemnidad, estamos llamados a preguntarnos si Cristo reina verdaderamente en nuestra vida. Reconocerlo como nuestro Rey no es solo un acto de fe, sino un compromiso concreto para construir su reino aquí y ahora, siendo testigos de la verdad en nuestras palabras, acciones y decisiones cotidianas.
Hoy, mientras proclamamos a Cristo como Rey del Universo, preguntémonos: ¿Es Él el rey de nuestro corazón? ¿Vivimos como ciudadanos de su reino, sembrando amor y verdad en nuestras familias, comunidades y en el mundo?
domingo, 17 de noviembre de 2024
viernes, 15 de noviembre de 2024
¡Gracias por hacerlo posible!
domingo, 10 de noviembre de 2024
sábado, 9 de noviembre de 2024
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, B
El evangelio de este domingo nos presenta una de esas escenas en las que Jesús desenmascara las apariencias y va directo al corazón. Nos invita a fijarnos no solo en lo que se da, sino en cómo y desde dónde se da. Los escribas, tan pendientes de la imagen y del estatus, han olvidado la esencia de la fe: servir, no servirse. La viuda, por otro lado, da desde la generosidad pura, sin reservas ni necesidad de ser vista. Con ese pequeño acto, ella nos enseña que Dios ve más allá de lo que el mundo considera importante y valora la entrega sincera.
Jesús aprovecha esta escena para hacernos reflexionar sobre nuestras propias motivaciones y nuestra relación con lo material. Muchas veces damos lo que nos sobra, como si eso bastara para cumplir, pero nos cuesta ofrecer desde el corazón. La viuda nos inspira a confiar y dar lo mejor de nosotros, aunque parezca poco, porque para Dios, no se trata de la cantidad, sino del amor y la entrega con los que compartimos. ¿Y tú, qué estás dispuesto a dar, incluso en tu necesidad?
sábado, 2 de noviembre de 2024
Domingo XXXI del TO B
Este Evangelio nos recuerda que el amor es el centro de la vida cristiana, y Jesús lo sintetiza en dos mandamientos inseparables: amar a Dios con toda el alma, el corazón y las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Cuando el escriba, un experto en la Ley, escucha esta respuesta, queda impresionado, no porque sea una novedad en sí, sino porque Jesús coloca estos dos mandamientos en igualdad de importancia y en una relación indisoluble. Amar a Dios y amar al prójimo no son actos separados, sino que juntos conforman la esencia de una vida verdaderamente cristiana. Jesús, con su vida y sus palabras, nos enseña que este amor no se reduce a palabras o a sacrificios externos, sino que implica una conversión profunda del corazón. Este mensaje, que escuchamos desde pequeños, es siempre un reto porque nos exige una coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, y nos impulsa a vivir cada día con sinceridad y autenticidad.
El mensaje de Jesús también nos interpela sobre cómo vivimos nuestro amor en lo cotidiano. El amor a Dios y al prójimo es algo práctico, tangible, y se concreta en gestos, palabras y en la forma en que tratamos a quienes nos rodean, especialmente a los más necesitados. Como cristianos, somos llamados a ser instrumentos de este amor y a vivirlo con paciencia, sin caer en una rutina superficial o en acciones que no reflejen una verdadera conversión interior. La Eucaristía y el Espíritu Santo son nuestros medios para sostenernos en este camino, fortaleciendo nuestra fe y dándonos el impulso para crecer en madurez espiritual. Así, como seguidores de Jesús, estamos invitados a seguir su ejemplo con humildad, constancia y entrega, buscando hacer del amor una verdadera unidad entre Dios y los hermanos.